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Alma Delia Murillo

23/03/2013 - 12:00 am

Pienso, es primavera, luego existo

La luz de la mañana me hace abrir los ojos antes de que suene el despertador, hoy es uno de esos días. Miro el cielo cubierto de trazos de colores y puedo sentir que el amor y el dolor vibran en mi alma. Qué me voy a poner, pienso, y junto con el vestido azul […]

Imagen Tomada De La Red
Imagen tomada de la red.

La luz de la mañana me hace abrir los ojos antes de que suene el despertador, hoy es uno de esos días. Miro el cielo cubierto de trazos de colores y puedo sentir que el amor y el dolor vibran en mi alma.

Qué me voy a poner, pienso, y junto con el vestido azul me pongo el corazón para cabalgar la ciudad sintiendo que todo me desborda, que los ojos de la gente brillan justo cuando se cruzan con los míos, que el ámbar del sol viene con dedicatoria especial para mí.

Tengo ganas de abrazar a alguien, de sonreír, de tomarme el mejor café del mundo: es primavera.

Me siento tan gozosa que me da vergüenza, no sé qué hacer. ¿Qué se hace en caso de que no haya tragedia alguna que nuble la perspectiva del día? La felicidad no es interesante y tampoco ayuda a escribir grandes textos, me digo, abandona este tema y busca algo más denso en tu hipotálamo,  pero luego pienso: ¿por qué chingados no puedo escribir de pura contentura, alegría, ganas y calentura por la vida?

Porque no sé si ya lo notaron, pero es evidente que llegó la temporada de apareamiento.

Me ocurrió que de pronto, mientras iba conduciendo sobre Parque Lira, se me apareció La Belleza, así con mayúsculas: una ráfaga de aire cálido envolvió mi existencia y me sentí atravesada de lado a lado, llena de deseo. Sé que la primavera no es mi fiesta personal pero yo lo celebré como si tal cosa, inundada por la idea de que esos momentos son los que redimen nuestra estancia en la tierra.

Y luego me conmoví profundamente ante la presencia imponente, cachonda y húmeda de las jacarandas que se desparraman entre los camellones, no pude sino sentir que la vida es insoportablemente hermosa.

Y entonces, de buenas a primeras, me dio por llorar. Y me asusté. Soy disonante, pensé por un segundo. No, estoy loca, corregí de inmediato.

¿Locura o disonancia?, la pregunta empezó a darme vueltas en la cabeza.

Qué difícil es transitar este universo de emociones sin dudar de la propia cordura. Aunque no lo crean, mi tren de pensamiento se fue convirtiendo en esto: voy a pedirle a mi terapeuta que me dé algún medicamento porque de seguro estoy enferma, tiene que ser eso, no es normal que me ponga a llorar porque miro una jacaranda en flor en medio del asfalto.

Se ha vuelto tan anormal la felicidad en estos tiempos, en este México, en este 2013, que cuando la experimento, dudo de mi equilibrio emocional y psicológico. Estoy jodida. (Conclusión a la que siempre arribo).

Pero me aferro a tomar el camino luminoso: no estoy loca, estoy contenta. No estoy enferma, estoy viva. Y me lo repito como un mantra.

Habría que reconciliarse con la locura, preguntarnos cómo nos llevamos con nuestro Loco o nuestra Loca, preguntarnos dónde los dejamos o si les hemos hecho suficiente espacio para que nos acompañen a contemplar las apariciones que la vida pone frente a nosotros una y otra vez y que dejamos pasar de largo.

Ha soplado un viento poderoso en nuestro valle, el cielo está tan limpio y azul que deberíamos salir todos a mirarlo, nunca faltará una mariposa o un colibrí que culminen la experiencia.

Y les juro que no bebí, no estoy en drogas ni  tomo antidepresivos, es simplemente que hoy la vida germinaba tanto que me atrapó y me dejó exultante. Tanto, que no pude ponerme trágica ni melancólica, ni siquiera quejumbrosa. Hasta a mí me cuesta creerlo.

El hecho es que llegó la primavera: que no falte la curiosidad que nos haga levantar la cara y dejarnos sorprender por el color inaudito de las jacarandas. Que no falten las ganas y, desde luego, que no falte con quien ejercerlas.

Antes de despedirme, un poco apenada y movida por un pudor inevitable, les suplico que me perdonen por este repulsivo exabrupto de optimismo pero es que me ha dado por pensar que tal vez, y sólo tal vez, a la felicidad se llega invocándola.

@AlmaDeliaMC

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